Cuando me enteré de que Mónica San
Martín estaba preparando el material para este libro me creó una expectativa
que ha sido ampliamente superada con su lectura.
Hace 5 años, cuando nació mi hija
mayor, viví una de las épocas más maravillosas y también de las más
terribles de mi vida. Todas las expectativas que yo tenía sobre lo que suponía
tener un bebé se hicieron añicos. Semanas antes de su nacimiento yo le había
dicho a mi marido: "Oye, ¿no nos tocará un bebé soso de esos que duermen
todo el día?". Entonces no sabía a lo que me iba a enfrentar durante
meses.
Dunia nació y era un bebé precioso
que nos enamoró al momento. Pero no dormía. Se despertaba a las 8h30 de la
mañana y durante todo el día no hacía más que pequeñas siestas de 10 minutos.
Lo que más llamaba la atención de ella eran sus inmensos ojos abiertos mirando
y absorbiéndolo todo. Con tres meses, comenzó a dormir un par de horas seguidas
cuando salíamos a dar un paseo después de comer.
El resto del día lo pasaba en la teta
y en brazos. En cuanto tratábamos de dejarla en la cama, lloraba como si la
matasen. Si se dormía en la teta en la cama podía estar horas durmiendo,
siempre y cuando yo estuviese a su lado, en cuanto me levantaba, como si
tuviera un resorte, se despertaba también. Esto fue así durante años. Mi vida
quedó aparcada durante muchos meses. Mi identidad quedó unida inexorablemente a
la suya. Donde estaba yo, allí estaba mi hija. Donde estaba mi hija allí estaba
yo.
Yo no podía comentar ni desahogarme
porque enseguida me salían con los típicos comentarios: "es que la has
acostumbrado a los brazos", "dale un buen biberón y verás cómo duerme
seguido tres o cuatro horas", "métela en la cuna y que llore, si no,
no se va a acostumbrar"...
Y nosotros empeñados en darle teta,
colecho, brazos... Menos mal que estábamos juntos, de acuerdo y muy seguros de
nuestros principios de crianza. Mi marido fue mi mayor apoyo y mi socio
igualitario en esta empresa.
Lo bueno era que de noche la niña
dormía muy bien, hasta tres y cuatro horas seguidas. Cuando se despertaba en la
misma cama la ponía al pecho y descansábamos las dos. El comentario que recibía
cuando contaba esto era: "pues si te duerme de noche, encima no te
quejes...". No, no me quejaba, pero fue tremendamente duro.
Los meses fueron pasando. En año y
medio apenas entré en internet ni hice otra cosa. Mi hija me absorbía todas mis
horas. Y yo, agobiada, pero feliz.
En sus primeros tres años (hasta que
nació su hermana) pasamos muchas horas en la teta. Nutrición, contención,
siesta... Eran los ratos que Dunia pasaba relajada y tranquila porque el
resto del tiempo era un polvorín, todo le llamaba la atención, no paraba
quieta.
Con cuatro años comenzó el cole
(llevaba meses preguntando a ver cuándo iba a ir ella al cole) y como si su necesidad
de apego exclusivo conmigo hubiera sido cubierta, se lanzó al mundo, siendo la
niña independiente, segura y serena que hoy es. Con cuatro años también pidió
por primera vez quedarse con sus abuelos, que tenían hambre de nieta porque
nunca había querido quedarse sola con nadie que no fuéramos sus padres.
La primera vez que leí sobre
"bebés de alta demanda" Dunia ya tenía más de dos años. Me vi
reflejada en todo lo que leí, como si me hubieran visto por un agujerito y lo
estuvieran contando. Incluso reconocí sentimientos a los que no había sido
capaz de poner nombre, como la angustia que se siente al ver tu yo desdibujado
completamente, desapareciendo para siempre la mujer que has sido hasta entonces
para nacer de nuevo en el abismo insondable de los ojos de tu bebé.
Sé que lo que voy a decir a
continuación suena a tópico, pero ojalá hubiera tenido en mis manos este libro
cuando nació mi hija.
Seguramente la angustia, la culpa, la
soledad habrían sido mucho menores al saber que existían más madres pasando por
lo mismo que yo. Porque es difícil que alguien que no ha pasado por lo mismo te
comprenda y te hable de corazón a corazón.
Mónica San Martín ha vivido sumergida
en este mundo, es una experta creando opciones diferentes a la crianza
tradicional, adaptadas para satisfacer las necesidades tan intensas de estos
niños.
Sabe explicar cómo es su universo, su
carácter y necesidades, sin olvidarse de las de las madres (que también las
tienen) para no caer en la sima de la desesperación cotidiana y criar a sus
hijos con respeto y amor cuidándose también a ellas mismas.
Este libro es de lectura obligada
para todas las madres de niños intensos, tanto, que a veces sienten que se
desdibujan ellas mismas en el transcurrir de lo cotidiano.
Este libro, dedicado a los hijos, es
sin duda para las madres, pues aquí encontrarán la información, el conocimiento
y la fuerza de la tribu.
Si te identificas con este perfil, ya
no te sentirás sola.
Mónica Álvarez
Psicóloga perinatal
Terapeuta de pareja y familia
No hay comentarios:
Publicar un comentario